lunes, 27 de julio de 2015

Atletismo Uruguayo..... una atleta ejemplo Laura Paipo....una mujer inspiradora....

Laura Paipo veía perfectamente hasta sus 20 años. Cuando estaba haciendo su práctica como maestra y a punto de recibirse, comenzó a perder la visión. Vivió 10 duros años sometiéndose a diagnósticos, operaciones y exámenes hasta que quedó totalmente ciega, justo cuando iba a ser madre soltera. Pero siguió adelante, pudo con todo: la maternidad, su falta de visión y su carrera.

Hoy está a punto de convertirse en la primera directora ciega del país después de 34 años de ejercicio, amando cada día más lo que hace: enseñar. Además, junto a su actual esposo, también ciego, son grandes atletas.

Una mujer que inspira y cuya historia vale la pena conocer.




¿Cómo fue el proceso de pérdida de visión?


Comenzó cuando tenía 20 años y estaba en el último año de magisterio, haciendo mi práctica. De un momento a otro, sentí como si me cubrieran el lateral del ojo derecho y perdí visión periférica inmediata. Me estudiaron, pensaron en un tumor, lo descartaron y luego se pensó que podía ser esclerosis múltiple. Como tal, me trataron. Fue un proceso de 10 años en el que fui perdiendo visión hasta que quedé ciega totalmente. Finalmente, a mis 35 años, un médico me dijo que no tenía esclerosis múltiples sino atrofia del nervio óptico bilateral, sin causa aparente. Fui operada en Cuba, cuando el nacimiento de mi hija, pero sin resultado.

¿Recordás el día exacto en que comenzaste a perder visión?


Fue en mayo de 1980. Me levanté perfecta, fui a hacer mi práctica a la escuela Solferino y cuando estaba contra un ventanal en una clase, de repente sentí como si me colocaran una mano del lado derecho. Le comenté a mi compañera, pensaron que tenía una basurita pero me lavé el ojo y me di cuenta que eso no pasaba. Así empezó el proceso. Y confieso que cuando quedé ciega totalmente, dije: "al fin" ya que no podía soportar más agresiones y exámenes. La baja visión es un mundo muy difícil, es como estar entre dos aguas porque nunca sabés qué es lo que ves y lo que no.


¿Qué pasaba por tu cabeza en ese proceso?

Es un camino largo en el que siempre esperás lo mágico, no quedar ciega. Cuando llega el momento, vez muy poquito y dependés de los demás, es terrible. Y cuando cegué, lógicamente tuve dos años de duelo que fueron justo cuando tenía a mi bebé.

¿Cómo fue tu maternidad y en paralelo el duelo de no ver?

Mi hija fue lo que me ayudó a vivir ese momento, a soportar los diagnósticos y ver que el mundo me quedaba cada vez más pequeño. Me dio la fuerza para seguir viviendo.

¿Cómo rearmaste tu vida?


Mi familia y amigos fueron fundamentales. Después de dos años de dueño, una amiga me dijo que no me podía verme sentada y desde ese día empecé mi rehabilitación como persona ciega en el centro Cachón. Fui con mi papá y recuerdo que el primer día me sentí como un niño preescolar cuando lo dejás en un jardín de infantes. No lloraba para afuera pero sí para adentro. Me preguntaba por qué tenía que estar ahí. Es un dolor muy difícil de describir y que sólo siente quien lo ha pasado pero después descubrí que había otras personas como yo que reían, hacían cosas y eso me dio fuerza. Era maestra, había trabajado 10 años en el área común y en el centro Cachón me encontré con colegas que me decían que podía seguir trabajando. Un día me reuní con una inspectora para ver cómo podía reingresar al organismo y para mi sorpresa, me dijo que nunca había dejado de pertenecer y que la primera suplencia en el área visual iba a ser mía. Salí de esa reunión tan agrandada que reingresé al Cachón con más ahínco y cuando mi niña se dormía, me quedaba toda la noche practicando braille. Yo sabía que eso me iba a dar la oportunidad de lo que más amo en la vida: ser maestra. Siempre digo que no sé qué fue lo que más me dolió, si quedar ciega o pensar que nunca más iba a poder enseñar.


¿Qué te ha dado la docencia?

Me ha dado una enseñanza de vida. Cuando ingresé a la escuela especial de niños discapacitados visuales, aprendí lo que es la solidaridad, el amor, el compañerismo, el tender una mano a quien ve menos, acompañarse, tener en quien apoyarse. Es impresionante lo que aprendí de los niños en estos 21 años y ahora, dentro de 15 días, asumo la dirección de la escuela, lo que me convierte en la primer directora ciega en la historia de nuestro país. Amo lo que hago y me siento realizada y feliz en ese lugar. Ahora le voy a poder devolver a la escuela, desde otro lugar, todo lo que me dio.


¿En qué momento dijiste: voy a poder salir?

Cuando me enteré que iba a poder reingresar y vestir mi túnica blanca pensé: ahora puedo.

¿En qué momentos pensaste en bajar los brazos?

Creo que no bajé nunca los brazos. Fui madre soltera cuando iba a tener a mi bebé y tenía que seguir.

Cuando uno no ve, ¿qué cosas lo llenan como persona?

Te completás con afecto, amor que das y recibís. Los padres de los alumnos con quienes hablo mucho nos dicen que ven en nosotros un ejemplo y esas cosas te llenan, te dan fuerza para seguir.

¿Cuánto has tenido que adaptar tu vida?

El hecho de trasladarte sola en la calle es todo un proceso. Transitar y tener que confiar en personas, te abre mucho la cabeza y te forma desde otro lugar. Cada día que salimos a la calle, es un desafío. Hasta el día de hoy, al ser maestra de apoyo itinerante, apoyamos a niños ciegos incluidos en instituciones públicas y privadas, lo que implica que tenga que visitar escuelas en el interior y también rurales y siempre voy sola. Para eso tuve que confiar en mí y ser más segura, transitar por la vida de otra forma y aceptar el poder pedir ayuda.

En tu casa, ¿cómo te manejás?

Con mi actual esposo nos conocimos en el Centro Tiburcio Cachón, él también es ciego. Nos manejamos bien. Cocino, vivimos solos y no tenemos problemas. Nos manejamos con orden, eso es fundamental para encontrar las cosas.


El deporte ha sido clave en tu vida, ¿cuándo decidiste empezar a correr?


Mi esposo corría así que yo empecé a entrenar con un grupo y me gustó. Pertenecemos a la agrupación de atletas del Uruguay y también a la confederación atlética. Para nosotros, correr es desestresante. Nos hace muy felices y es rehabilitatorio, en lo físico y social. Hace ocho años que corro y hemos ido a muchas competencias en Uruguay y también en Argentina. A veces entreno en la pista. Cada carrera, es un desafío. Cada una nos aporta algo y nos hace muy bien como pareja hacer lo mismo.

La ceguera te ha obligado a atravesar momentos duros pero también te ha dejado cosas positivas, ¿cuáles?

Lo que me ha aportado es crecimiento personal para darme a conocer como soy. A veces, las personas catalogan o catalogamos desde la apariencia, y la ceguera me ha enseñado a ver desde el interior

fuente: http://www.mujermujer.com.uy/

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