El salto con garrocha es una modalidad solo para valientes. Requiere algunos de los cuerpos más equilibrados, poderosos y ágiles de todo el atletismo, además de una extraordinaria coordinación espacial. Hay que combinar a la perfección una rápida carrera de aproximación, durante la cual hay que bajar la pértiga en el momento apropiado y colocarla en el cajetín en el momento exacto, saber dónde te encuentras respecto al listón cuando asciendes propulsado por la flexión de la garrocha, cabeza abajo, y ser capaz de intuir el momento idóneo para ejecutar el impulso final soltando la pértiga, superar la altura requerida comenzando por los pies, voltearse en el aire y caer de la manera menos traumática lo más cerca posible del centro de la colchoneta.
¿Cómo demonios se puede hacer todo eso siendo ciego? Charlotte Brown, una chica de 17 años, tiene la respuesta.
Charlotte, estudiante de la Emory Rains High School, es una figura habitual en los campeonatos escolares del estado de Texas, y nadie se sorprende al verla acompañada de su inseparable perro guía, Vador, paseando por el tartán. Hace tres años que persigue un podio que este año, finalmente, hizo suyo. En 2013 fue octava, cuarta en 2014 y en este 2015 se colgó la medalla de bronce con un salto de 3.50 metros, lejos de los 5.06 que Yelena Isinbayeva tiene como récord mundial pero un logro fabuloso para una chica ciega que ha tenido que caminar por una senda que no existía. Subió al podio junto a su inseparable lazarillo.
Cuando tenía 16 semanas de vida desarrolló cataratas y los médicos intentaron solucionar el problema implantándole unas lentes artificiales, que funcionaron durante un tiempo. A los 11 años su visión comenzó a deteriorarse y ahora sus ojos solo perciben un entramado indefinible de luces y sombras y no distinguen los colores. Necesita a su perro para llevar a cabo los quehaceres diarios.
La garrocha, debido a su peligrosidad intrínseca, está fuera del programa paralímpico, así que Charlotte Brown y su entorno han tenido que innovar, recorriendo un largo trayecto de aprendizaje hasta encontrar el modo correcto de afrontar esta prueba porque, sencillamente, nadie lo había hecho antes.
El proceso es complejo y sorprendentemente minucioso. En primer lugar, Charlotte reconoce el estadio donde se desarrollará la competición junto a su perro, memorizando la ruta que hay desde el vestuario hasta la línea de salida del callejón de la pértiga. Es el único momento que necesita a su amigo de cuatro patas, que luego se retira a un rincón a descansar mientras sigue atentamente las evoluciones de su dueña.
El siguiente paso es el talonamiento, una liturgia que todos los garrochistas llevan a cabo pero que en su caso es algo distinta. Normalmente las marcas de los atletas son visuales, pero la suya es táctil: pone la tapa de su bote de magnesia en el lugar desde el cual debe arrancar la carrera. Además, memoriza las zancadas que hay hasta el punto de salto, en total una distancia de 25 metros.
Una vez arrancada la carrera, cuenta los pasos de su pie izquierdo. En el número 6 comienza a bajar la garrocha; en el número 7, la incrusta en el cajetín. Para ayudarse a atinar coloca además un dispositivo sonoro en la base de la colchoneta que emite un ‘bip’ que le indica que es el momento de plantar la garrocha y despegar.
Cualquier precaución es poca cuando se es ciego y se trata de acertar, yendo a toda velocidad, con la punta de un palo de fibra de vidrio de 3.88 m. de longitud en una caja de acero inoxidable de 58 cm. de anchura en la boca de entrada y 20 cm. de fondo. Así, dos personas de la confianza de Charlotte hacen de refuerzo: una, colocada a la izquierda del listón, le indica mediante un silbato si ha calculado bien y el encaje de la pértiga es correcto; la otra, ubicada tras la colchoneta, le indica, también por medio de un silbato, cuándo es el momento de atacar la altura requerida y soltar la pértiga.
Brown eligió el salto con garrocha porque era algo “peligroso y excitante”, y tuvo que escuchar muchas advertencias antes de que su determinación derribara todas las barreras de precaución que le habían puesto familiares, amigos e incluso el entramado escolar. “No se trata de la garrocha, ni siquiera del atletismo. Se trata de hacer algo que te satisface sean cuales sean los obstáculos que encuentres por el camino”, explica. Culminado su trayecto en la escuela secundaria, Charlotte, cuya mejor marca personal es de 3.81 m. (lograda durante una sesión de entrenamiento), seguirá saltando en la Universidad de Purdue (Indiana), que la ha becado por su talento y sobre todo por su tesón.
Fuente: http://grupoartefisico.com/ con fotos y videos de la web
Fuente: http://grupoartefisico.com/ con fotos y videos de la web
No hay comentarios:
Publicar un comentario