Un curioso y deleznable fenómeno se está disparando a medida que las
carreras populares aumentan su popularidad, valga la redundancia: correr
con el dorsal fotocopiado. Esto que parece algo inofensivo no lo es tanto
cuando se suceden los perjuicios a los que se someten los corredores que
pagan religiosamente los cada vez más abusivos precios para participar
en una carrera, ya sea una milla urbana o un maratón.
A pesar de que cada día se paga más caro el kilómetro, los organizadores
de las carreras más populares recortan más en los servicios que ofrecen,
llegando a ser tan justos según los participantes que llegar el último te
supone quedarte sin bebida e incluso sin la medalla por la cual has pagado
previamente a saber si serás finisher o no. En la mayoría de los casos,
tu bebida o tu medalla no se la ha ahorrado la organización sino que
seguramente se la ha llevado un listo que se ha colado en tu carrera
sin pasar por caja. Muchas veces por libre, pero otras tantas gracias
a la complicidad de un amigo que le ha prestado su dorsal para fotocopiarlo.
Y en algún caso, incluso, alguien se aprovecha de tu ingenuidad al subir
la fotografía de tu preciado dorsal del maratón que vas a disputar a
Instagram, Facebook o Twitter. Eso le pasó aKara Bonneau, una joven
de Carolina del Norte, que consiguió ganarse el derecho a disputar
uno de los maratones más exigentes en cuanto a participación: el
Maratón de Boston. Los corredores, según una tabla de tiempos
por edades, se han de ganar el derecho a participar consiguiendo
sus marcas en cualquier otro maratón disputado con anterioridad.
Inocente ella, subió la fotografía de su dorsal a Instagram.
Una fotografía perfectamente encuadrada de su preciado dorsal,
el 14.285.
Bonneau, que se había registrado para disputar la accidentada edición
del año anterior, consiguió vencer sus miedos a otro posible atentado
y viajo a la capital de Massachussetts para disputar la carrera. Corrió
su maratón sin ningún problema y lo acabó en 3 horas y 31 minutos.
Hasta a aquí todo correcto.
Una vez terminado, como la mayoría de corredores, se buscó en las distintas
fotografías que la gente hace y comparte en las redes sociales. También
buscó las que la organización a través deMarathonFoto realiza. Y ahí se
encontró a otros cuatro corredores compartiendo su mismo dorsal.
“Contacté con la organización del maratón y me dijeron que no podían
hacer nada. Que estas cosas pasan”, asegura Bunneau.
Boston es un maratón caro. Cuesta dinero. Pero sobre todo cuesta mucho
clasificarse y cuesta mucho más, aún disponiendo del mínimo de tiempo
necesario, conseguir llegar a tiempo antes de que se agoten los dorsales.
Las medidas de seguridad que se derivaron de los atentados de la
edición anterior seguramente disuadieron de la popular practica a
los jóvenes universitarios que saltan a lo largo del recorrido
a correr sin necesidad de molestarse en fotocopiarse un dorsal.
Los cuatro corredores que robaron la identidad de Bonneau consumieron
el avituallamiento durante la carrera y seguramente, si fueron lo
suficientemente resistentes, también hicieron acopio del mismo
al final e incluso en la pared de su casa colgará la medalla de finisher
que seguramente falta en la pared de cuatro corredores que sí se la
merecían, puesto que se ganaron el derecho a correr su maratón.
Y digo yo, ¿tanto cuesta enganchar un chip detrás de un dorsal? De este modo,
cuando llegue un corredor pirata a meta con una fotocopia, no tendría lectura
del dorsal y podría ser expulsado evitando que consumiera por lo que no ha
pagado. Y así se evitaría, también, que quien corre de manera legal se quede
sin bebida y sin su recompensa, ya sea una medalla, una camiseta o un
bocadillo de butifarra.
Fuente; http://www.am14.net/
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