En el último cuarto de siglo, los nipones han ganado 19 medallas entre Mundiales y Juegos Olímpicos en esta exigente disciplina. Pero no sólo de la élite vive el país del sol naciente. ¡Ojo la dato! Se trata de la nación mundial con más finishers en maratón (560.00 en 2015). Si tenemos en cuenta que hay nueve países que le superan ampliamente en población (por ejemplo Estados Unidos), no está nada mal. Japón respira maratón por los cuatro costados. Lo curioso es que no parece el mejor lugar del mundo para entrenar ni los nipones tienen la genética privilegiada de keniatas o etíopes. Entonces, la pregunta del millón cae por su propio peso. ¿Por qué se ha convertido Japón en una potencia del maratón?
En primer lugar hay que tener en cuenta el importante legado del entrenador Kiyoshi Nakamura (hoy siguen vigentes sus entrenamientos espartanos, con 300 kilómetros a la semana). “Cuanto más sudes en el entrenamiento, menos sangrarás en el campo de batalla”, dice un famoso proverbio samurai. Vamos a poner un ejemplo. La doble medallista olímpicaYuko Arimori (plata en Barcelona '92 y bronce en Atlanta '96), considerada la primera atleta profesional nipona, hacía una doble sesión diaria de gran volumen: 20 kilómetros por la mañana y 20 kilómetros por la tarde. Y lo que es peor: corría 50 kilómetros al día siguiente de una tacada. El objetivo era cubrir largas distancias con las piernas cansadas.
Disciplina y 'doryoku'
Intentando no caer en el tópico, debemos recordar que la sociedad japonesa es tremendamente disciplinada, lo que se traslada a los atletas de élite y sus entrenamientos. No en vano, el sistema educativo japonés es uno de los tres mejores del mundo, lo que demuestra un alto grado de disciplina y compromiso con el progreso. Si a todo ello le sumamos los avances científicos y tecnológicos aplicados al deporte, el cóctel es explosivo.
Desayunar a las 4 de madrugada durante 20 días seguidos también forma parte del entrenamiento 'silencioso'. Además, los runners japoneses son conocidos por calentar un par de kilómetros haciendo círculos, algo aburridísimo y absurdo que sin duda sirve para poner a prueba la fortaleza mental. Y, por supuesto, todo ello con naturalidad. No en extraño que 'doryoku' (esfuerzo) sea una de las palabras más recurrentes en el diccionario japonés. ¿Ahora entienden por qué el maratón de Tokyo tiene más de 300..000 solicitudes, el doble que en NYC? Eso sí. Hay que tener en cuenta que sus éxitos en maratones y medias maratones contrastan con los discretos resultados obtenidos en distancias más cortas.
El peso de la tradición: los monjes maratón
Y, por supuesto, no podemos pasar por alto los ritos ancestrales en un país donde la tradición sigue mandando. Una secta budista nipona hace su meditación corriendo durante 1.000 días: son los monjes maratón del monte Hiei. Los primeros tres años corren 100 días consecutivos cada año, recorriendo una distancia de 40 kilómetros diarios. El cuarto y quinto año son 200 días consecutivos, completando 40 diarios. El sexto realizan 60 cada jornada durante 100 días consecutivos. Finalmente, el séptimo año llegan a los 84 kilómetros (¡equivalente a dos maratones!) diarios en 100 días. Un esfuerzo que les lleva 20 horas diarias, por lo que deben aprender a descansar parte de su cuerpo durante el recorrido.
Pero no sólo se trata de correr sino que deben hacerlo de forma adecuada, ya que en el fondo es simplemente es una forma de meditación para ellos. John Stevens, en su libro 'Los monjes maratón del monte Hiei', describe un estilo de correr que ya es milenario. “Los ojos se fijan unos 30 metros por delante mientras se corre a un ritmo constante, manteniendo la cabeza, los hombros relajados, la espalda recta y la nariz alineada con el ombligo”. ¿Verdad que no ha cambiado mucho la técnica de carrera en los últimos 1.000 años? Por si fuera poco, estos 'ultramonjes' corren por senderos de montaña y con sandalias de paja, con una dieta vegetariana en la que abunda el tofu y la sopa de miso. No es de extrañar que sólo 50 monjes hayan podido completar esta odisea desde que empezó la tradición en el año 831 de nuestra era.
Victoria o harakiri
Y no se vayan porque todavía hay más. En el país del harakiri, Kokichi Tsuburaya logró una meritoria medalla de bronce en el maratón de los Juegos Olímpicos de Tokyo '64 que le convirtió en ídolo nacional. Sin embargo, él jamás se perdonó haber perdido la plata en la última curva ante su público frente al británico Basil Heatle. Se prometió a sí mismo ganar el oro en México '68 pero su redención no llegó porque nunca pudo volver a lograr ese estado de forma. Tres años y medio después de su gesta se seccionó la carótida con una cuchilla de afeitar. Cuando encontraron su cuerpo sin vida, en su mano tenía la medalla de bronce de Tokyo junto a una nota de suicidio: “Siento mucho crear problemas a mis instructores. Os deseo éxito en México”. También recogía una confesión terrible: “Estoy demasiado cansado para correr más”. Sólo tenía 27 años. Por supuesto estamos ante un ejemplo extremo pero que denota la pasíón y disciplina con la que vive el pueblo japonés. Victoria o muerte. Sin término medio. El maratón no admite cobardes.
Fuente http://running.es/
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