miércoles, 3 de septiembre de 2014

Atletismo Celeste......Andres Silva.... de lo nuestro lo mejor.....

En la vida del mejor atleta uruguayo a la gloria y la derrota las separa solo un paso. Pero gracias a sus zancadas se formó como persona y va camino al sueño de la casa propia.

El Campus de Maldonado es la segunda casa de Andrés Silva. Foto: Ricardo Figueredo

Hay veces que Andrés Silva (28) no es Andrés Silva. Se reduce a un número en un reloj, a su mejor tiempo -48,65 segundos-, que le permite acceder o no a las más importantes carreras. Una competencia que se juega en una pista de 400 metros de largo y diez vallas por saltar. Por momentos se siente un hombre simplificado a estadísticas y resultados. Mejor marca del atletismo nacional, medalla de oro en el Iberoamericano 2014, el segundo peor en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Héroe, mediocre, orgullo, lenteja, ¡Uruguay nomá`!

Tomer Urwiczdom ago 31 2014 para el diario del pais.com.uy
"Si no fuera uruguayo, mi realidad sería mejor", confiesa sin miedo el catalogado por la prensa especializada como el mejor atleta uruguayo de la historia, junto con su referente Heber Viera. Sentado a un costado de la pista de entrenamiento del Campus de Maldonado, admite que hay veces en que no es Andrés Byron Silva Lemos, sino un número que sirve para negociar un lugar en las principales carreras. Así se lo hace saber la competencia y su bolsillo cada fin de mes.

-¿Lamentás no haberte ido a vivir a otro país?

-Cuando estuve en momentos críticos, sí. Me arrepentí de por qué no tomé la decisión de haberme ido a los 17 años, en 2003, cuando tuve la oportunidad. Fue tras ganar el octatlón en el Mundial como juvenil. Pero todo esto uno no lo sabe cuando es chico. Ningún entrenador te lo va a decir. Y para mí en ese momento era todo nuevo, venía de Tacuarembó (a Maldonado) y no tenía necesidad de irme. Luego me di cuenta de que la única manera de conseguir las cosas es seguir corriendo.
Y es lo que hace. Desde hace 16 años corre sin ver la recta final. Su vida, dice metafóricamente, "está hecha para superar obstáculos". Por eso en forma casi religiosa entrena dos veces al día, salvo cuando está en competencia, y come siempre en horarios fijos como estrategiapara mantenerse en 76 kilos. El tiemporestante lo dedica a estudiar la Tecnicatura en Atletismo que cursa en la sede de la Universidad de la República en el Campus de Maldonado.
Fue el estudio, justamente, lo que lo sacó a flote tras los magros resultados de 2011 y 2012. Es que después de los Juegos Olímpicos de Londres Andrés pensó en abandonar el deporte. Cansado de las críticas y de las lesiones no paraba de preguntarse "¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?". Salvo por su madre Blanca, su hermana Jennifer y su entrenador Andrés Barrios, no recibió ayuda alguna. Ni siquiera contención psicológica en una disciplina en la que lamentarse es el peor de los pecados: "Hay que borrar y volver a empezar".
Pero el estudio le sirvió como solución temporal. Empezó a ir a clase con la misma entrega que le dedicaba a su carrera deportiva. Y fue así, mientras recuperaba la motivación, que vio correr a su hermana de 15 años y el entusiasmo resurgió. En una año volvió a encabezar las portadas de los diarios y a sentir "el orgullo" de ser uruguayo pudiendo pasar del "pozo" a la gloria. Marcando los 48,65 segundos, el oro iberoamericano y récord nacional.

- ¿Cuál es tu meta actual?

-Lo que quiero hacer ahora es llegar a los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro (2016) y luego posiblemente me retire. Mi miedo es no poder cumplir todo lo que quiero hacer. Porque ya he dicho que cuando consiga mi casa me retiro. Y todavía no conseguí la mía propia, sí pude comprar un pequeño lugar para mi vieja. Por eso estos dos años de carreras, donde puedo hacer algo más de plata, son fundamentales.
No tiene un sueldo fijo: recibe dinero por carreras, sponsors y respaldo oficial. Sin contar los gastos para entrenar y competir, cuenta con al menos 800 dólares mensuales. Con eso, además de mantenerse, ayuda a su madre, que trabaja como empleada doméstica, y a su hermana. Es una responsabilidad que asumió hace años y que no siente "como una carga". Al contrario, se enorgullece de que situaciones que vivieron en el pasado no se repitan. "Había veces que teníamos para pagar la luz y a veces no... o mi vieja me pedía algún peso para comprar leche y eso a mí me mataba".

La carrera.

De chico Andrés quería ser aviador. El atletismo no estaba en sus planes aunque disfrutaba de correr por el campo en Paso Baltasar (Tacuarembó), desde su casa a la estancia donde funcionaba la escuela rural. Allí, con los compañeros de clase, trepaba a los árboles, saltaba el arroyo y jugaba al fútbol como volante derecho. Toda una infancia en la que, dice sin perder la tonada del interior, "correr era sinónimo de libertad". Pero a nivel competitivo, aquel niño flaquito y con ascendencia indígena, no practicaba ningún deporte. Y eso fue, aunque suene paradójico, una ventaja.
Sí participaba del taller de gimnasia porque era obligatorio. Fue entonces cuando la profesora Ruthllevó a él y sus compañeros a un encuentro deportivo en el Campus de Maldonado. De casualidad aquel día estaban preseleccionando atletas y le tomaron sus datos. A priori no se destacaba, y en las competencias de saltos y zancadas a lo sumo salía tercero o cuarto. Pero había algo que llamó la atención: su timidez y perseverancia. Esa actitud, la misma que lo llevó a ser abanderado por más que no le gustaban los números, fue lo que cautivó a los entrenadores. Cuando le preguntaban algo, respondía con modestia, era respetuoso y ordenado. En silencio, era capaz de repetir una acción una y mil veces hasta lograr el máximo resultado. Un pie detrás del otro, una pierna impulsada inmediatamente después que la otra, una cadera que puede elevarse para sortear las vallas (y eso que su altura de 1,79 no es la más propicia para esta disciplina).
Fue así, sin proponérselo, que el atletismo empezó a ser un hobby al que le dedicaba cada vez más tiempo. En 1998 se fue a vivir a Maldonado, becado por el municipio. Tres años después viajó a un Sudamericano en Santa Fe y descubrió que este deporte sería su futuro. Y ya en 2003, cuando ganó el mundial juvenil de ocho pruebas combinadas, pasó a tomarse su profesión "más en serio".

-¿Por qué luego optaste por especializarte en 400 metros con vallas?

-Es una de las pruebas a la que me adapté rápido por la capacidad de soportar entrenamiento. Trato de no desordenarme ante el cansancio. Es lo que me permite hacer este tipo de prueba que tiene mucha exigencia. Mi ventaja es ser cada vez mejor técnicamente: saber que el pie no puede torcerse ni un poquito porque implica perder centímetros. Es que comparado con otros atletas yo sé que no tengo el talento innato, pero sí el trabajo para llegar.
Con sus colegas la relación es de camaradería y en el Campus de Maldonado suele sentirse "entre familia", aunque sus verdaderos amigos -a los que enumera con los dedos de una mano- están por fuera del atletismo. "Cuando era más chico no me daba cuenta de que hay una competencia insana", reflexiona, "pero luego sí noté que está el que se cree que es el uno y actúa con soberbia".
A esta situación, Andrés le suma el racismo reinante en una "prueba que es de negros" porque la propia complexión física les favorece. "En los mundiales te das cuenta que los asiáticos, con su mística, se relacionan solo entre ellos. Los africanos lo mismo y los blancos europeos, pensando que son superiores, también se cierran". A la inversa, cuenta que los sudamericanos funcionan distinto, y que sin importar la etnia y procedencia, comparten "el amor por el atletismo".
Hablando de amor, la propia profesión hace que hoy Andrés esté soltero. Pero no tiene apuro, "ya va a llegar", dice sabiendo que tiene solo 28 años. A los Juegos Olímpicos de Rio llegará con 30, una edad "ideal", en una disciplina en que la experiencia hace la diferencia. En eso se parece a su sueño del aviador: cuantas más horas de vuelo, mejor. Lo cierto es que, por ahora, lo que hace es entrenar, estudiar para ser docente y entrenador y correr.

-¿Por qué?

-Porque me gusta, me hace bien. Es una adicción. Correr pasó de ser un placer a un estilo de vida. El deporte me ha dado lo que nunca hubiera pensado tener: ganar dinero por lo que me gusta, ayudar a mi familia y tener destaque internacional.

SUS COSAS

Sus lentes

Hay dos objetos que Andrés Silva considera "fundamentales" para su entrenamiento: las vallas y los lentes. Suele utilizar anteojos de las marcas auspiciantes, al igual que el calzado y la ropa de competición. "Alguna vez", cuando el dinero no alcanzó, vendió parte de su indumentaria.

Su teléfono

Cuando Andrés Barrios, el entrenador, no está para guiarlo en una práctica, Andrés Silva aprovecha las rutinas que ya tiene fijadas en su iPhone. Además, este teléfono blanco es su aliado para "matar" las horas de espera en aeropuertos y para escuchar música. Tiene desde cumbias hasta folclore que escucha con su madre.

Su ídolo

La elegancia con la que corría Carl Lewis siempre fue inspiración para Silva. Aunque su referente local es el ya retirado Heber Viera de quien se dice tomó la posta. "Es un tipo abierto, comprensivo y práctico para aprender de él", cuenta sobre quien fue su ídolo en los primeros años de carrera.

El ritual de cada corrida

El mate es el principal aliado de Andrés Silva. Por día toma unos cinco termos, incluso en jornadas de campeonato. Pero su verdadero ritual de competencia comienza la noche anterior a la carrera. Apronta el número y la ropa con la que correrá, se acuesta, cierra los ojos y le pide a Dios: "Dejame descansar para mañana levantarme y hacer lo que tengo que hacer y que he esperado tanto tiempo…". Al despertar desayuna café con leche y tostadas (no suele comer en abundancia porque los nervios no le dejan) y planifica qué hacer cada instante hasta que el sonido del balazo dé la señal de largada.
Busca la máxima tranquilidad y suele conversar con él mismo como forma de concentración. Escucha música, de preferencia reggaetón y cumbia, y va cambiando de canciones a medida que su cuerpo le pide más adrenalina (por eso en los entrenamientos opta por temas electrónicos). Mira a los rivales, pero sin perder de vista que debe enfocarse en él mismo y en seguir los pasos que entrenó cada día. Presta atención al reloj para saber si se están cumpliendo los objetivos y cuán cerca está del podio. Luego el festejo o la tristeza, hielo y masajes para descontracturar, borrón y cuenta nueva.

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