viernes, 15 de marzo de 2013

El atletismo esta loco a veces......



El campeón olímpico de salto con pértiga Renaud Lavillenie todavía no se explica lo que pasó en el europeo en pista cubierta de Gotemburgo, hace dos semanas. Su cuerpo superó los 6,07 m., lo que significaba la segunda marca de todos los tiempos tras Sergei Bubka. El listón bailó sobre el soporte pero permaneció horizontal y el atleta francés dio grandes saltos de alegría hasta que advirtió que un severo juez levantaba la bandera roja. Había considerado que el salto era nulo porque el listón no quedó sobre el soporte, como indica el reglamento, sino encima de una plaquita metálica superior en una posición casi milagrosa, propia del 'más difícil todavía'.

Lo sucedido en la ciudad sueca no es lo más extraño que ha pasado en este deporte que dado su carácter multidisciplinar propicia situaciones pintorescas, algunas jocosas y otras lamentables, en especial los numerosos accidentes provocados en los lanzamientos. El disco, la jabalina y el martillo han salido más de una vez de las zonas de caída reglamentaria alcanzando a atletas o jueces que estaban pendientes de otras pruebas.

Estos accidentes eran mucho más habituales hace años, hasta que se ajustaron horarios y se delimitaron estrictas medidas de seguridad, pero se siguen produciendo casos. El más reciente y sonado se produjo en la Golden Gala de Roma en 2007. El finlandés Tero Pitkamaki clavó su jabalina en el saltador de longitud francés Salim Sdiri. Pocas fechas después, el jabalinista finés se proclamaba campeón mundial en Osaka mientras Sdiri, necesitaba una larga recuperación tras sufrir la rotura del músculo gran dorsal y otros daños en el hígado y en un riñón. Por suerte pudo reanudar su carrera atlética un año después y hasta estableció un gran récord de Francia en Lyon con 8,42 m. que aún perdura.

Pero hay historias más divertidas y curiosas. A veces, la curiosidad es reglamentaria. Recuerdo la repetición de una semifinal de 100 metros vallas en un europeo porque una atleta polaca que tropezó sobre una valla cayó en la calle de al lado y derribó a una corredora rusa que marchaba correctamente. Y multitud de anécdotas con salidas nulas, pistolas que no funcionaban, viento a favor que derribaba las vallas (como para homologar un récord), llegadas tan apretadas que ni siquiera la foto-finish determinó el ganador. atletas que creían que habían terminado cuando quedaba una vuelta o que esprintaban con 400 metros de anticipación a la llegada real. O marchadores que para no perder el imprescindible contacto con el suelo, metían los pies alternativamente en cubos de agua en el tórrido circuito del mundial de Atenas en 1997.


Curiosidades como el récord mundial más anónimo y madrugador de la historia, de la jabalinista británica Fátima Withbread en la calificación del europeo de 1986 en Stuttgart, donde llegó a 77,44 m, en su primer lanzamiento en un estadio casi vacío, sin espectadores. Creo que yo fui de los pocos que llegué a tiempo de verle saltar como loca para celebrarlo con los brazos abiertos de par en par, un gesto que acabó identificándola largos años. La tremenda historia humana de la morenita Fátima, abandonada en el piso por su madre cuando era bebé, a punto de morir de desnutrición y posteriormente atacada por su madrastra con un cuchillo cuando tenía trece años, es merecedora de un largometraje.

Hay otras historias que también tienen gran contenido humano. El pasado verano se divulgó un vídeo de la llegada en una prueba popular en Estados Unidos en que una atleta de 17 años, Meghan Vogel, ayudó a cruzar la meta a su rival y quedó la última. Y más recientemente en el cross de Burlada, el buen atleta alavés Ivan Fernández no quiso aprovecharse del despiste del keniano Mutai que se equivocó sobre la ubicación de la llegada y le ayudó para que no perdiera la victoria que había merecido.

El maratón es seguramente la prueba que más anécdotas ha provocado, muchas archiconocidas. Los pies descalzos del legendario Abebe Bikila en la noche de Roma'60 dieron la vuelta al mundo y sorprendieron incluso a los no entendidos, aunque repitió el oro cuatro años después en Tokyo, pero ya calzado. Y para sorpresa la que se llevó el brasileño Wanderlei Lima en los Juegos de Atenas 2004 cuando fue empujado por un espectador que saltó a la calzada cuando marchaba primero y perdió toda opción de victoria.

Otros se han hecho famosos por pícaros como el británico Rob Sloam, que tras terminar tercero en el maratón de Kielder (Inglaterra), confesó que había realizado buena parte de la prueba en autobús sin que se enterasen los organizadores. Y seguro que no ha sido el único en atajar en coche o en metro en otras pruebas.

La noticia también ha solido estar en el podio, con actitudes curiosas y ausencias injustificables. Pero nada superará a lo sucedido en México'68 donde Tommie Smith y John Carlos, oro y bronce en 200 metros, subieron al podio con calcetines negros, txapela y un guante negro en una mano, izando el puño alto. Fue la expresión del 'black power' pocos meses después del asesinato de Martin Luther King.

En otros casos, el mérito es la superación de las propias limitaciones físicas como la mayor altura saltada por encima de la propia cabeza. El estadunidense Franklin Jacobs saltó 59 centímetros sobre su estatura al superar 2,32 m. cuando solo mide 1,73 m. Y la mujer con 'muelles' más potentes ha sido Cindy Holmes que mide 1,52 y sobrepasó 1,83 m
Fuente del texto : facebook Rafael Morgan

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